EDITADO POR FEVECTA EN BUENAS PRÁCTICAS
VIDA SOSTENIBLE COHOUSING COOP V, gestora de viviendas colaborativas y de servicios cohousing para vivir en comunidad
15/11/2021 Ana Real
“Nuestro objetivo es contribuir a forjar una sociedad mejor para las personas, en un entorno amable y colaborativo, donde la soledad sea sólo elegida”
VIDA SOSTENIBLE COHOUSING COOP V es una gestora de viviendas colaborativas y de servicios cohousing que opera en Alicante. Creada en 2018 como cooperativa de trabajo por un equipo multidisciplinar de profesionales – arquitectos, urbanistas, economistas, abogados, psicólogos y un antropólogo-, se dedica a la gestión integral de proyectos de vivienda colaborativa, dirigidos a ofrecer un proyecto de vida en comunidad a personas que buscan una alternativa a los elevados precios actuales de compra o alquiler de vivienda.
“Muchas personas con deseo de estabilidad familiar se están encontrando con verdaderas dificultades a la hora de poder acceder a una vivienda en compra debido al esfuerzo económico que hay que hacer y que, en muchas ocasiones, resulta inasumible. No sería demasiado problema si el alquiler fuera una opción realmente factible”, expone Prudencio López, coordinador general de VIDA SOSTENIBLE COHOUSING COOP V.
En su opinión, esta situación es la que está favoreciendo en nuestro país que el cohousing se esté abriendo paso como alternativa a la compra y al alquiler. “El cohousing o vivienda colaborativa está en estos momentos en ebullición en nuestra sociedad y se puede convertir en la tercera vía de solución habitacional para un proyecto de vida digno”, asegura.
Tras más de 20 años dedicado profesionalmente al mundo de la vivienda nueva y movido por la inquietud de encontrar fórmulas que recuperen los valores de convivencia y apoyo mutuo presentes antaño en las comunidades de vecinos, Prudencio López decidió viajar a Copenhague – donde el 30% de la población vive en algún tipo de proyecto de vivienda colaborativa-, para investigar in situ las opciones del Cohousing.
VIDA SOSTENIBLE COHOUSING gestiona este tipo de proyectos de manera integral y de principio a fin. Y el principio, subraya Prudencio López, son las personas que van a vivir en esa comunidad de viviendas. “Lo primero que hacemos es contactar con personas que tienen voluntad de vivir en un proyecto que les garantice la autonomía y la privacidad de poder estar en una vivienda digna, al tiempo que les permite plantearse una vida en comunidad para aquello que suponga un beneficio mutuo, una colaboración y un mutuo apoyo”.
Poco a poco, se va conformando un grupo de personas con valores, intereses y motivaciones afines, “para conformar una comunidad que no sea improvisada, que es lo que suele ocurrir cuando uno alquila o se compra una casa. Aquí esa comunidad se gesta, se trabaja el marco de convivencia, las personas buscan sus afinidades para aprender a convivir”, indica.
Los profesionales que integran VIDA SOSTENIBLE COHOUSING trabajan esa comunidad de convivencia. Dos psicólogos y un antropólogo del equipo se ocupan de conducir el proceso, “preparan al grupo para potenciar sus afinidades y ser capaces de tomar decisiones por consentimiento, lo cual va mucho más allá de las formas democráticas de decisión por mayoría, puesto que la minoría que pierde puede sentirse frustrada o molesta; en este caso se acaba consiguiendo una madurez emocional que favorece que antes de empezar a vivir ya exista en el grupo un ánimo de vecindad. Todo esto acaba teniendo como resultado una mayor calidad de vida tanto en el ámbito privado como en el común que comparten”.
En primer lugar, continua Prudencio, “ayudamos a las personas interesadas a definir sus prioridades y, a continuación, nuestra misión consiste en ponerlos en contacto y, una vez el grupo está formado, ayudarles a elaborar un dossier básico en el que consensuan las ideas esenciales para ellos”.
Hecho esto, los profesionales de VIDA SOSTENIBLE COHOUSING van trabajando con el grupo en función de las necesidades y prioridades que han explicitado en su dossier básico o proyecto de convivencia. “El grupo humano es el que va tomando las decisiones sobre su proyecto, asistido en todo momento por el equipo de profesionales de la cooperativa”, confirma López.
El grupo de personas también lleva en todo momento el control económico del proyecto, ya que la cooperativa solo percibe un pago por su trabajo de gestión y coordinación del proyecto.
Se monta una cooperativa para cada grupo de personas con un proyecto común de convivencia. Como expone Prudencio, “la idea es que, después, esa cooperativa que es el elemento de unión legal de esa iniciativa pueda estar en contacto con otras cooperativas cohousing y puedan beneficiarse mutuamente de muchas maneras”.
El trabajo de VIDA SOSTENIBLE COHOUSING finaliza una vez estas personas han empezado a vivir ya en su comunidad cohousing, lo que puede llevar entre tres y cuatro años, según los casos.
BENEFICIOS ECONÓMICOS, SOCIALES Y MEDIOAMBIENTALES
VIDA SOSTENIBLE COHOUSING pone en valor este tipo de iniciativas por su enfoque de triple impacto. Como augura Prudencio, “no tenemos la menor duda de que los beneficios desde la perspectiva económica, social y medioambiental son de tal calibre que, en el momento en que las personas lo conozcan y empiecen a hacer comparaciones, va a llegar un boom que puede desbordar la demanda”.
La vida en cohousing, independientemente de la situación de cada persona, permite tejer un entorno social de mutuo apoyo en el que se puede tener una vida mejor, acompañada de otras personas.
Algo especialmente importante desde el punto de vista social es que la vida en comunidad con personas afines es siempre positiva en sí mismo. Pero, además, confirma Prudencio López, “las personas que entran a formar parte de este tipo de iniciativa lo hacen, en principio, con el objetivo de que sus días puedan terminar allí y todo se concibe para que así sea, sin necesidad de medicalizar el proyecto, pero sí permitiendo habilitar en los elementos comunes zonas donde pueden quedarse las personas que nos cuidan o donde se habilita una habitación para ofrecer cuidados especiales que la comunidad requiera por edad o situación concreta. Y esto puede ir a más en función de las necesidades o el perfil del grupo”.
Económicamente hablando, un proyecto de vivienda colaborativa cuesta lo que cuesta hacerse, «no hay especulación ni beneficio empresarial, lo único es el pago del valor del suelo, si se compra, porque podría ser mediante cesión de uso en el caso de suelo público, más el valor de la construcción, de la gestión y los impuestos», detalla Prudencio.
En caso de cesión de suelo, en lugar de hacer un esfuerzo económico del 100% del coste a abonar, el esfuerzo económico se hace sobre un 20 o 30% del capital total, para el resto se consigue un préstamo mancomunado para toda la comunidad. Cada unidad de convivencia avala sobre su parte proporcional del préstamo. “Así se consigue que el esfuerzo económico inicial sea tan solo de un 20 o 30% del total y que, si una persona dentro de un tiempo se quiere marchar, quien entra en su lugar, le devuelve ese capital social inicial que haya podido desembolsar y es quien pasa a avalar el resto del capital en su lugar, de tal modo que la ‘flexibilidad social’ es amplia”, subraya Prudencio. Además, al compartir espacios, servicios y recursos el coste unitario es menor para todos.
Hay otros ahorros interesantes, como explica Prudencio: «como mínimo 100 euros al mes de ahorro están garantizados por el hecho de que la energía se consiga en mayor o menor medida en autogestión, que la red wifi sea compartida, que el proyecto incluya un sistema de aprovechamiento de aguas pluviales, que se agrupen determinadas compras de enseres y alimentación para conseguir un mejor precio, etc.”
Además, al no haber sujetos pasivos, sino sujetos activos, los gastos de comunidad también se reducen y, por el contrario, los servicios recibidos sean altos desde el punto de vista de la variedad y de facilidad de acceso.
Estas comunidades se conciben y diseñan desde 0 para que sean medioambientalmente protectoras. Según Prudencio, “el proyecto se concibe para conseguir un ahorro energético, un uso eficiente de los recursos y una autogestión que tienda a la sostenibilidad”.
“Esto se concreta de diferentes formas, por ejemplo, desde el propio diseño de las viviendas y la eficiencia energética de los materiales de construcción o que sean de proximidad, la colocación de placas fotovoltaicas o de energía eólica o de pequeños saltos de agua, que sean capaces de alcanzar un ahorro de más del 80% de la energía eléctrica consumida por la comunidad, y lo mismo con el aprovechamiento del agua, mediante sistemas de reutilización de las aguas grises, etc. O mediante huertos ecológicos destinados a la alimentación de la comunidad. Por eso decimos que este tipo de proyectos son muy ambiciosos desde el punto de vista de la autogestión, al margen de la dimensión de cada cohousing, porque se alcanza un grado de independencia real muy alto con respecto a lo que podríamos llamar otras formas no muy cuidadosas con el medioambiente en su entorno”.
La suma de todos estos factores, para Prudencio, hacen que este tipo de iniciativas, cuando se implantan, produzcan un efecto llamada en el vecindario o el barrio en el que se ubican, porque “cuando uno vive en el 6º A de un edificio y apenas conoce a sus vecinos, y a tres calles tiene un cohousing y ve cómo funciona, el ahorro que supone y los beneficios de la vida en comunidad, empieza a plantearse cosas”.
A pesar de las ventajas, Prudencio es realista y reconoce que “una gran parte de la sociedad sigue anclada en la propiedad privada como seguro, a pesar de haber quedado demostrado que muchas personas se han arruinado precisamente por querer consolidar su patrimonio a través de su vivienda”, sin embargo, vislumbra un choque de cierta envergadura, un cambio de mentalidad que va calando. “Es una minoría la que en estos momentos tiene la visión clara acerca de los beneficios de usar las cosas en lugar de poseerlas y muchas de estas personas están a la espera de que los primeros proyectos de viviendas colaborativas en nuestro país florezcan y se hagan realidad”.
COHOUSING, COOPERATIVISMO Y LLAMP, LA ALIANZA PERFECTA
“Que nosotros seamos una cooperativa de trabajo tiene todo el sentido del mundo. Hay una parte vocacional muy importante y como cooperativa en este primer estadio de la iniciativa, asimilamos mejor los momentos de dificultad que otro tipo de empresa en el mercado cuyo principal objetivo fuera el beneficio económico”. Además, explica, “a través de Llamp y de FEVECTA estamos encontrando la comprensión de no sentirnos solos, así como el reconocimiento de que este tipo de ideas tiene todo el sentido del mundo llevarlas a cabo”.
Existe también la posibilidad de ser cooperativa de vivienda, “no hay mejor alternativa legalmente hablando”, reconoce Prudencio, quien no olvida mencionar los apoyos recibidos por parte de la Federación Valenciana de Empresas Cooperativas de Trabajo (FEVECTA) y de la Federación de Cooperativas de Viviendas (FECOVI), así como de la Conselleria de Vivienda, en aspectos financieros y legales.
PRÓXIMA LEY DE VIVIENDA COLABORATIVA
Para la cooperativa VIDA SOSTENIBLE COHOUSING resulta fundamental la promulgación en la Comunidad Valenciana de una Ley específica de Vivienda Colaborativa que espera esté lista en dos años, lo que en opinión de Prudencio, “es fruto de la conciencia social de la actual administración autonómica”.
Todos estos apoyos resultan fundamentales ahora mismo, hasta que no haya una demanda más madura de este tipo de vivienda. En este punto, también el programa Llamp está resultando un estímulo a través de los servicios de asesoramiento y mentoría avanzada que les está proporcionando, así como una ventana para dar a conocer la iniciativa de las viviendas colaborativas.
VIVIENDAS COLABORATIVAS EN MARCHA
VIDA SOSTENIBLE COHOUSING ganó en 2019 el primer concurso de suelo público convocado por la Generalitat Valenciana con su proyecto para llevar a cabo el primer cohousing intergeneracional en la ciudad de Alicante.
Como resultado de ese concurso, se les ha cedido por 75 años un terreno público en el que se asentarán las viviendas colaborativas. “Ya tenemos la escritura de cesión y el proyecto co-creado junto a los que van a ser sus moradores con apoyo de los arquitectos especializados. Y ahora estamos a la espera de que Urbanismo de Alicante nos conceda la licencia de obra y ultimar la garantía oficial para la financiación, al ser el suelo propiedad de la Generalitat Valenciana. Si todo va bien, en dos años el proyecto puede estar completado”.
En paralelo, están llevando a cabo otro proyecto también intergeneracional como cooperativa de vivienda, llamado ÍTACA. “El grupo de personas ya está formado y estamos escogiendo suelo entre San Juan, Mutxamel y El Campello, que es muy buena zona para vivir, para negociar la compra y ponerlo todo en marcha”, comenta.
Y, por último, en Tarrasa, impulsa un proyecto de vivienda colaborativa para 17 unidades de convivencia de personas mayores de la ciudad, que aún se encuentra pendiente de suelo.