Hace tiempo que procuro no pisar un Gran Centro Comercial, me agobia todo lo que resulta atractivo de ellos. Las luces, las tiendas, el olor, la música, la gente cargada de bolsas y comprar. Detesto comprar en esos monstruos de cristal, generalmente y por necesidad imperativa, cuando voy, voy a una tienda y voy a tiro hecho. Soy un consumidor terrible, lo sé, pero no lo puedo evitar.
Ya en el año 2006 se daban pistas de lo que estaba pasando, el consumidor, lejos de ser parte de un colectivo al que se le amontonaban una verdadera retahíla de conceptos sociológicos, contaba con entidad propia y con una personalidad contrastada e infranqueable. Evidentemente, y por lo que ha pasado a partir del 2008, se hizo caso omiso a los primeros estudios del cliente del siglo XXI. Hoy, cualquier avezado directivo de marketing ha de tener grabado a fuego términos como scuppie, geek, crossumer, prosumer, early adopters, tweens, senior boomer, generación G… que no es más que una clasificación más ajustada a lo que entendemos como perfil del consumidor y tendencias de consumo.
Nos hemos pasado décadas produciendo en masa y para la masa, vendiendo en masa y para la masa, haciendo investigaciones de mercado generalistas y erráticas que justificasen todo un modelo de negocio a escala mundial y que adoptó el nombre de globalización. Después del gran catacrack, que es el nombre que yo mismo le he dado a nuestra crisis, se está produciendo un fenómeno digno de análisis y seguimiento, fenómeno que llamaremos : Muchas cosas pequeñas están cambiando.
Estas pequeñas cosas están directamente relacionadas a un cambio de mentalidad general, un retorno hacia esquemas que creímos olvidados, un traslado hacia una sociedad, que como apunta Jody Turner, experta en tendencias e innovación, valora cada vez más la generosidad, compartir y colaborar. Hay por lo tanto un trasvase lento pero progresivo, desde lo grande hacia lo pequeño, desde el todo hacia la parte, desde lo macro hacia lo micro. El nivel de frustración e indefensión es tan elevado como poderoso.
Pero no creamos que van a desaparecer esos grandes centros comerciales de los que me quejaba al principio de este artículo, pero sí confío que sean menos, es más, espero un resurgir del pequeño comercio, de pequeños grupos de profesionales trabajando en cooperativas, espero una sociedad más comprometida consigo misma y no abandonada al capricho del poder financiero, espero que cada uno de nosotros tome conciencia, que se gesten comunidades de personas con inquietudes afines, y que de una vez por todas aprendamos a cuidar todas esas cosas pequeñas que nos hacen diferentes.